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El rencor mina el espíritu

Seguramente, al leer la palabra rencor, a todos y cada uno de nosotros nos ha podido venir a la mente el recuerdo de un suceso concreto que vivimos en el pasado e incluso el nombre de una persona.

¿Qué entendemos por rencor? El rencor es un sentimiento de hostilidad dirigido hacia una persona, o un conjunto de personas, a causa de una ofensa o daño recibido/percibido. Podemos vivir el rencor de manera consciente (sabiendo que está ahí y por qué) o sin darnos cuenta de su presencia pero viviendo sus consecuencias.

En muchas ocasiones hemos hecho acopio de que somos seres sociales y que es imposible vivir sin relacionarnos con los individuos de nuestro entorno. Debemos ser realistas ante la cuestión de que cada uno de nosotros actuamos ante las situaciones de diversas maneras, y que interpretamos los que nos ocurre de manera subjetiva. Esto no sucede porque seamos seres egoístas, sino porque los protagonistas de nuestra vida somos nosotros mismos y sería imposible interpretar toda situación acontecida ignorando lo que nos hace sentir.

Como ya comentamos con anterioridad, los sentimientos y las emociones son inevitables y van ligados a todo lo que nos pasa diariamente. Es imposible imaginarnos una situación que hayamos vivido sin evocar lo que nos ha hecho sentir en ese momento. Esta “inevitabilidad” emocional hace que reaccionemos de una manera u otra cuando nos encontramos ante un conflicto con una persona o una situación. Existen individuos que llamaremos menos “viscerales” y reflexivos, y otros que se dejan llevar mucho más por las emociones evocadas en dicho momento. Muchas veces, hemos podido reaccionar de una manera exagerada ante un suceso de no tanta importancia y, pasado el tiempo (con la mente fría), nos hemos dado cuenta de que podríamos haber reaccionado de otra manera o que, incluso, hemos podido herir los sentimientos de otra u otras personas. En este momento, hemos podido decidir seguir adelante o reconocer nuestro error y pedir disculpas. Pedir disculpas es algo que no todo el mundo sabe hacer dado que muchas veces se entiende como doblegarse ante los demás, concepto que no podría estar más erróneamente formulado.

Es un proceso un poco complicado determinar cuándo sucede el rencor y cómo se queda atrapado en nuestros sentimientos, pero lo vamos a intentar.
Dado que cada persona es su yo y su circunstancia, cada individuo va a tener una opinión acerca de la vida, de una situación concreta, de la causa de un conflicto, de la manera de resolver un problema y un gran etc. Cuando nos vemos sumergidos dentro de una confrontación con alguien, puede acabar con la resolución de lo sucedido o puede suponer el fin de la relación que existiera entre ambas personas. Está claro que, aunque intentemos resolver lo que ha pasado, en algunas ocasiones será imposible dada la gravedad de los acontecimientos, o de nuestra interpretación de los mismos. Llegados al fin de una relación, sea del matiz que sea (amorosa, de amistad, familiar, de trabajo, etc.) es muy probable que el primer sentimiento que nos quede anclado, por decirlo de alguna manera, sea el enfado. Y cada vez que revivamos dicho conflicto, nos vamos a activar fisiológicamente con los efectos del enfado: ansiedad, nerviosismo, mal humor, etc. No permitiéndonos seguir hacia delante.

Normalmente, estos sentimientos se van a dar de manera más intensa y van a durar más a lo largo del tiempo cuando la persona ha sido alguien importante para nosotros. Si un día tenemos un conflicto en la cola del supermercado, es poco probable que el enfado nos dure más que una pequeña parte del día.

Ahora bien, cuando de verdad hemos sido dañados por alguien, esa sensación de no entender el porqué y el no haber tenido la oportunidad de haber aclarado lo que nos ha motivado a actuar de determinada manera, van a ser los ingredientes para un gran sentimiento de rencor.
Debemos aclarar que el exponer, por parte de todos los individuos representantes del conflicto, las motivaciones internas que les ha llevado a comportarse tal y como lo hicieron, no significará que podamos salvar la relación que los unía, pero sí que es fundamental para expulsar las tensiones que hemos podido acumular durante el conflicto. Sería de vital importancia para evitar el rencor, haber podido exteriorizar cómo nos hemos sentido y por qué hemos llegado a ello.

Pero, ¿qué sucederá cuando estemos completamente convencidos de que la persona ha actuado de esa manera por mera maldad? En primer lugar, deberíamos plantearnos qué significa para nosotros ser “malo”, ya que muchas veces se cae en la tentación de usar esa palabra sin que realmente sea la adecuada. Cada persona podrá explicarnos cómo se ha sentido y por qué ha acabado actuando de una manera concreta al encontrarse ante un problema con alguien. Todos podemos haber sido “malos” en algún momento de nuestras vidas, sin que eso induzca a llevar ese cartel colgado para siempre.

Hay algo muy claro, y es que determinadas personas son mucho más propensas a sentir rencor por los demás, y esto suele suceder porque el rencor no se da de manera aislada, sino que se acompaña de otros sentimientos mucho más fuertes que lo cultivarán ayudándole a crecer y a echar raíces que se convertirán en prácticamente indestructibles.
Nosotros mismos debemos llegar a la conclusión de que sentir rencor por algo que ha sucedido en tiempo pasado no sirve absolutamente de nada, lo único que va a generarnos es el volver a sentirnos mal cuando recordemos lo que nos pasó o cuando tengamos que volver a ver a las personas con las que hemos tenido el problema. Lo ideal para muchos individuos sería no tener que volver a ver a determinadas personas el resto de sus vidas, pero la mayoría de las veces se trata de algo disfuncional dado que con quien solemos relacionarnos son personas que se encuentran en nuestro entorno más cercano.

No podemos derrocar por completo el rencor, pero sí que podemos hacer diversas reflexiones para no darle la oportunidad de asentarse en nuestras vidas:

·         Cada persona actúa en función a sus creencias. En el desarrollo de un conflicto, no existen las personas puramente malas, sino que cada uno va a defender su posición pudiendo llevarnos a un malentendido sostenido. Aunque queramos entender las motivaciones del resto, podemos no llegar a lograrlo.

·         Busca la oportunidad de explicar por qué has actuado de una manera concreta ante el problema y busca la manera de que la otra persona también lo haga. Se consciente de que esto no te va a llevar al punto inicial como si no hubiese pasado nada, pero al menos, habrás podido exponer por qué te has sentido de esa manera y la otra persona podrá tener la misma oportunidad.

·         Piensa en la cantidad de tiempo y energía que estás gastando sintiéndote mal por lo que pasó tiempo atrás. Es mejor que usemos nuestro tiempo en cosas que nos hagan sentir bien, no empeorando algo que no merece tanta atención.

“Existen tres formas de deshacerse del rencor: recordarlo y dejar que te pudra por dentro, escupirlo y contagiarlo todo, o desintegrarlo con el olvido”.

El efecto Pigmalión

En la antigua Grecia, un escultor llamado Pigmalión se enamoró de una de sus obras: Galatea. Su obsesión y pasión por Galatea llevaron a Pigmalión a comportarse con ella como si de una persona real se tratase. Rogó y suplicó a los dioses griegos para que Galatea se convirtiese en una mujer de carne y hueso. Fue Afrodita quien, tras oír sus aclamadas súplicas y tras un vívido sueño de Pigmalión, dotó de vida a Galatea.

Si analizamos detalladamente este mito, podemos leer entre líneas que nuestros deseos por convertir determinadas situaciones en realidad (acompañado siempre de determinación y constancia) pueden hacer que se cumplan. Este hecho recibe el nombre de “Profecía autocumplida” y, aunque parezca que estamos leyendo la sinopsis de un libro de ciencia ficción, forma parte de la realidad. 

O sea, ¿esto quiere decir que si deseo mucho algo acabará cumpliéndose como si de un milagro se tratase? Claro que no. Lo que quiere decir es que, muchas veces, nuestras expectativas de éxito o fracaso ante las situaciones, nos predisponen a una actitud que aumenta las probabilidades de que triunfemos o fracasemos.  

En el ámbito educativo, que es una de los más desarrollados en cuanto al efecto Pigmalión se refiere, las altas expectativas en relación a las capacidades de un estudiante acaban dando como resultado un alto rendimiento de éste. E, igualmente, unas muy bajas expectativas dan pie a un bajo rendimiento. Para entenderlo de otra manera, sería decir que mi creencia sobre la alta capacidad de mi alumno va a activar un filtro en mí para que vea sólo lo que espero ver que me demuestre el alto rendimiento que yo pienso que dicho estudiante posee; y a la inversa también sucede, con las expectativas de una baja capacidad.

Ese filtro que hemos activado, sin darnos cuenta, va a darnos como resultado que las personas acaben actuando tal y como esperamos de ellas. Pero no como hecho objetivo, sino que vamos a interpretar la realidad de modo que nos haga sentir que tenemos razón.

No se trata de ninguna maldad del ser humano, sino de un sesgo cultural que existe desde tiempos inmemoriales. Nuestras creencias nos hacen ver la realidad como “nuestra realidad” tanto en relación con los demás como con nosotros mismos.

Si me pongo una meta de la que, internamente, estoy seguro/a de que no voy a ser capaz de realizar, yo mismo me estoy poniendo la zancadilla y, ese tropiezo, reforzará mi idea de que soy un/a  inútil. De manera inconsciente, actuaremos a favor para que nuestras expectativas se cumplan. Aunque este último ejemplo haya sido de algo negativo, con las cosas positivas también va a ocurrir lo mismo.

Vamos a sacar la pequeña conclusión de que el Efecto Pigmalión podemos convertirlo en un fenómeno positivo al que podemos sacarle muchísimo partido. Tenemos la suerte de poder pararnos a analizar cuáles están siendo nuestras expectativas de base, y si tiene sentido que les demos el poder de convertir nuestros pensamientos en realidad.

De este modo:

-          EMPODÉRATE a ti mismo y usa esta herramienta para conseguir lo que te has propuesto. Toma una decisión y mantente firme, piensa que tú eres la única persona capaz de hacerte llegar a tus metas. No podemos olvidarnos del esfuerzo y la lucha constante, pero si piensas que podrás hacerlo, casi nada podrá pararte.

-          ESFUÉRZATE DÍA A DÍA. A pesar de los altibajos emocionales, de las injusticias, de los malos días o de las “malas personas”, no pierdas tu objetivo de vista. Haz todo lo que esté en tu mano para que cada día sea un éxito aunque no avances mucho. Esto te ayudará a levantarte con ganas todos los días.

-          NO PIERDAS DE VISTA TUS OBJETIVOS. En primer lugar, nos puede ayudar reflexionar sobre qué es exactamente lo que queremos lograr. Además, tenemos que trazar un plan (que podemos ir modificando) para que nos sirva de guía y no perdernos por el camino.

-          ILUSIÓNATE. La ilusión, aunque es algo que no podemos tocar con las manos, es un sentimiento fortísimo capaz de llevarnos todo lo lejos que necesitemos. Aunque puede ser un arma de doble filo si por ilusionarnos entendemos que nos propongamos unas metas irrealistas. Tienes que tener claro lo que se puede conseguir y lo que no: si no tengo conocimientos sobre aeronáutica y no tengo pensado formarme sobre ellos, uno de mis objetivos no podrá ser convertirme en piloto de avión por mucha ilusión que me pudiese hacer. Si soy periodista, sí que puedo ilusionarme con encontrar un puesto de trabajo en una empresa de comunicaciones en la que me encantaría trabajar.

-          TEN VISIÓN A LARGO PLAZO. Vivimos en el mundo de las prisas y las impaciencias. Lo quiero ya y lo tengo ya. Pues sí, quizá algunas cosas se puedan conseguir en escasos minutos pero otras no, y debemos tener la paciencia y la constancia para no echar abajo lo que vamos construyendo con tesón. Aunque hayamos desarrollado con mucha claridad nuestra meta y cómo podemos llegar a hasta ella, la consecución final de la misma es tan importante como las piedras que hemos usado para construir nuestro sendero personal. No te rindas, sigue adelante porque, aunque a veces cueste más de lo que parece, todo el proceso de llegar a ser lo que queremos incluye un aprendizaje de la vida que no podríamos haber obtenido de otra manera.

-          NUNCA DEJES QUE NADIE TE DIGA QUE NO PUEDES LOGRARLO. El único que tiene derecho a decidirlo eres tú. Muchas veces, personas cercanas intentan ayudarnos a mentalizarnos ante un fracaso proponiendo que quizá hayamos puesto unas metas muy altas. Acepta el consejo y demuéstrales amablemente que puedes con todo lo que te propongas. Sólo tú puedes llegar a concluir, en caso de que sea necesario, que “una retirada a tiempo a veces es un gran éxito”.

Igual que Pigmalión consiguió que Galatea fuese una persona de carne y hueso, podemos esculpir nuestro futuro y darle el poder de convertirse en real con la tenacidad del que sabe que es capaz y que puede llegar a conseguirlo con esfuerzo y paciencia.

Enuresis

No es difícil encontrar a niños bien entrados en años que aún mojan la cama, o personas con diversas patologías mentales.
En psicología, a este trastorno lo llamamos Enuresis y se trata de emisiones de orina por parte del niño/a  o individuo (involuntarias o VOLUNTARIAS) en sitios inapropiados como la cama, aunque éste no es el único lugar. Encontramos la palabra “voluntaria” escrita en mayúsculas porque a veces no se trata de un simple problema a la hora de controlar los esfínteres, sino de que es más cómodo, para el sujeto en cuestión, orinarse encima que levantarse en mitad de la noche para ir al cuarto de baño.

El término Enuresis es más grande de lo que podemos imaginar, y dentro de él se engloban diferentes categorías:

-          Nocturna. Se trata del subtipo más común. Las emisiones de orina se producen a lo largo del sueño nocturno. Generalmente, en el primer tercio de la noche.

-          Diurna. Debemos reconocer que es un subtipo bastante raro. Este tipo de Enuresis está relacionado, la mayor parte de las veces, con ansiedad o preocupaciones (generalmente escolares).

-          Mixta. La Enuresis se da tanto de día como de noche.

-          Continua o primaria. Este subtipo es el que nos vamos a encontrar la mayoría de las veces. La Enuresis se considera continua/primaria cuando las emisiones de orina se dan sin que el niño/a haya demostrado anteriormente el control de la eliminación de la orina. Puede ser también que aún no hayan aprendido a contraer los esfínteres ante las ganas de orinar, o bien, no han asociado aún esa sensación de su cuerpo con la necesidad de orinar.

La remisión de esta clase de Enuresis suele ser espontánea (sola, sin ningún tipo de tratamiento).

-          Discontinua o secundaria. Este tipo de Enuresis es más grave que la anterior dado que ya había un perfecto control de la orina por parte del individuo en cuestión. Suele aparecer entre los 5 y 6 años, de manera más generalizada en mujeres, y suele estar asociado a problemas emocionales.

Este subtipo de Enuresis no presenta una remisión espontánea, por lo que es necesaria la intervención de un profesional.

Ante un suceso como mojar la cama, no hay por qué alarmarse ya que es una situación que se da con frecuencia cuando los infantes están aprendiendo a controlar sus esfínteres y a asociar la sensación fisiológica de su vejiga con la necesidad de ir al baño.

Cuando la Enuresis surge en edades más avanzadas sí que puede convertirse en un problema más importante. Lo primero que debemos hacer es asegurarnos de que la causa no es orgánica (problemas en la tensión vesical, hiperactividad de la vejiga, retraso en maduración de determinadas estructuras físicas, etc.). Una vez descartado el origen fisiológico de dicho problema, podríamos encontrarnos con un Enuresis como efecto secundario a determinados problemas de ansiedad o incluso a un déficit en el proceso de aprendizaje de ir a orinar.
Está claro que esta valoración debe ser realizada por un profesional que, tras determinar el problema de base a la Enuresis, nos indicará qué medidas deberemos tomar para solucionar este problema.

Esta valoración se realizará mediante la evaluación de la naturaleza  del problema, características del mismo, frecuencia, antecedentes y consecuencias.
El tratamiento puede pasar desde diversas clases de fármacos hasta un Entrenamiento Conductual, que es lo que sucede en la mayoría de los casos.

Las técnicas más conocidas y efectivas son tres:

1.       Pipí – stop. Esta técnica es la más efectiva de los que se conocen a día de hoy.
Se trata de un sensor de humedad que se coloca en la ropa de interior de la persona y que activará una alarma ante la menor sensación de humedad. Esta alarma va a  despertar al individuo para que inhiba la micción. De este modo, se está ayudando a asociar la sensación de llenado vesical con el despertar y el control de las ganas de orinar.

Este entrenamiento suele durar entre 2 y 3 meses antes de comenzar a ser efectivo.

2.       Entrenamiento en retención voluntaria. La manera de proceder será la siguiente: los padres/cuidadores alentarán al individuo a beber y, ante las ganas de ir al baño, se le animará a retrasar ese momento (unos 45 aproximadamente). Si se lleva a cabo con éxito, se reforzará a la persona y se le incitará a incrementar el  tiempo de retraso de la micción.

3.       Entrenamiento en cama seca. Llegamos a una de las mejores técnicas, pero más complicada y costosa de poner en práctica.

Aunque podemos modificar dicho entrenamiento según las características de la situación del demandante, de manera generalizada, se trata de despertar al individuo con Enuresis cada X horas. La programación de las horas y la manera de despertar a la persona deben ser decididas por el psicólogo que esté enseñándonos a usar esta técnica. Si cuando despertamos a la persona, ésta se ha orinado encima, tendrá que proceder a limpiarlo todo y cambiar las sábanas antes de poder volver a dormir en la cama.
A pesar de tener éxito en el 75% de los casos, no siempre se lleva a cabo correctamente debido a la gran demanda familiar que supone.

Aunque os hemos querido dejar unos ejemplos para el tratamiento de la Enuresis noctura, es muy importante destacar que no podemos llevar a cabo ninguna de estas técnicas sin la supervisión de un profesional.
Si creemos que el problema supera las barreras de la normalidad, debemos acudir a un experto que determine las causas y así pueda ayudarnos a elegir la técnica más correcta en cada uno de los casos.

Nótese que no hemos querido usar solamente la palabra niño/a ya que se trata de un problema que puede superar determinadas edades de la infancia.

No es algo de lo que debamos avergonzarnos y esconderlo, sino que debemos pedir ayuda a la persona cualificada que corresponda. De hecho, el no tratar la Enuresis llegados a determinadas edades que consideramos “más adultas”, como puede darse en algunos tipos de discapacidad intelectual u otros trastornos del comportamiento, puede estar provocando problemas en la autoestima de la persona que lo sufre, sin que pueda hacérnoslo saber.

De este modo, siempre os recomendamos que acudáis a un profesional para valorar la gravedad vuestro problema.

Comunicándonos mejor

Si buscamos las raíces etimológicas de la palabra Comunicación, nos encontraremos con que su significado nos dice que se trata de “hacer partícipe al otro de lo que uno tiene”. En otras palabras, podemos decir que la Comunicación es un intercambio de información con otra/s persona/s e, incluso, podemos añadir más dado que algunos de los objetivos que buscamos cuando nos comunicamos es causar una reacción en los demás: que entiendan nuestro punto de vista, que actúen de determinada manera, premiar o castigar una conducta, y un gran etc.

Podemos comunicarnos de dos maneras. La primera de ella es a través de la comunicación verbal: usando palabras, el volumen y el tono de nuestra voz. La segunda sería la comunicación no verbal: usando gestos visuales, nuestra postura corporal o el movimiento de determinadas partes de nuestro cuerpo. La comunicación verbal es controlable, es decir, podemos medir las palabras que decimos en función de lo que queramos causar en nuestro receptor. La comunicación no verbal también lo es, pero dado al componente más espontáneo e inconsciente que tiene, es la que más problemas nos puede causar porque es la herramienta que usamos para darle la pincelada emocional a lo que estamos diciendo.

No se nos puede ocurrir un mundo sin comunicarnos, ¿verdad? El 100% de los días de nuestra vida estamos en constante comunicación con nuestro entorno social, laboral o familiar. Pero el que la comunicación sea algo inherente a nuestra persona no quiere decir que lo estemos haciendo bien, ni mucho menos.

La gran mayoría de los conflictos entre personas vienen dados por problemas en la comunicación y, por ello, es de vital importancia detectarlos y corregirlos.

Tenemos que expresar a los demás nuestras opiniones, nuestros sentimientos, ideas o consejos y, aunque no podamos controlar la reacción que van a tener sobre nuestros receptores, sí que podemos usar distintas herramientas para asegurarnos de que lo estamos haciendo de manera correcta y, así, aumentar las probabilidades de que la comunicación se lleve a cabo con éxito.

  1. Piensa lo que vas a decir antes de hablar. La sinceridad no tiene nada que ver con la mala educación, así que no podemos excusarnos en la espontaneidad. Nuestras palabras siempre van a tener un efecto en los demás, y según cómo las digamos, podemos conseguir un efecto más o menos positivo. Por este motivo, piensa lo que vas a decir e intenta exponerlo de manera que no hiera los sentimientos de los demás. Puedes usar sinónimos de sendas palabras y, si sientes que no estás en disposición de hablar con alguien, tómate tu tiempo y vuelve a intentarlo cuando consigas estar más relajado.
  2. Apela a tus sentimientos. Intenta expresar cómo te hacen sentir las cosas porque, de esta manera, estamos allanando el terreno para que los otros puedan ponerse en nuestra situación y usen su empatía para entender cómo nos ha hecho sentir lo que ha sucedido. Ponemos un ejemplo: “esto que he entendido de tus palabras me está haciendo sentir triste/enfadado/desmotivado/confundido”. De este modo, estamos dando la oportunidad de que el emisor pueda reformular el mensaje.
  3. Parafrasea a la persona para asegurarte de que estás entendiendo de manera correcta el mensaje. Muchas veces, el ver nuestras palabras reflejadas en los demás nos hacen darnos cuenta de lo que realmente estamos diciendo, sobre todo, si han sido fruto de la impulsividad.
  4. Busca el momento y el lugar adecuado. Lo ideal es que dispongamos de bastante tiempo ya que nunca sabemos cuánto tardaremos en poner nuestras ideas en orden con los demás. La privacidad también nos ayudará a expresarnos con mayor claridad sin miedo a que otras personas puedan estar pendientes de nuestros asuntos.
  5. Nunca pierdas de vista el objetivo: aclarar la situación entre todas las partes implicadas. El resultado de una discusión no debe ser acabar con el más débil, sino que todos tengamos la oportunidad de defender nuestros puntos de vista.
  6. Deja hablar a los demás. Por mucho que tengas que decir, piensa que las demás personas pueden encontrarse en la misma situación. No podemos monopolizar las palabras ni interrumpir a los demás. Di algo y haz una pausa que dé la oportunidad a los demás de aclarar si te están entendiendo y de participar añadiendo más información.
  7. Controla el volumen de tu voz. Dejarse llevar por las emociones es fácil pero tenemos que intentar ser dueños de ellas. Si nos dejamos llevar por la ira o el enfado y alzamos la voz, estamos dando pie a una predisposición de que lo que digamos no vaya a ser entendido de la misma manera. Con un tono de voz elevado podemos hacer que los demás se pongan a la defensiva sin tan siquiera escuchar lo que les estamos diciendo.
  8. Trabaja tu asertividad porque tu opinión es tan válida como la de los demás. Conoce tus derechos y defiéndelos respetando a las otras personas.
  9. Cuida tu lenguaje corporal. La excesiva movilidad de las manos, nuestra expresión facial o excesiva tensión de la musculatura puede hacer pensar a los demás que estamos siendo agresivos o que nos encontramos a la defensiva. Intenta estar calmado y demuéstralo con tu cuerpo.
  10. Escucha lo que te están diciendo. Al igual que tu querrás ser escuchado debes escuchar también a los demás, y debes hacerlo sin prejuicios o con predisposición a interpretar las cosas de determinada manera. Presta atención e intenta entender lo que otras personas nos están diciendo. Si no estamos seguros de estar entendiéndolo bien, podemos pedir que nos lo aclaren con otras palabras.

Tener en cuenta estas estrategias y practicarlas, nos ayudarán a la hora de comunicarnos de manera más efectiva con los demás y disminuirá la probabilidad de tener malentendidos y conflictos con las personas que nos rodean.

Debemos evitar a toda costa no expresar nuestras ideas o no solucionar las situaciones que nos han causado malestar. Muchas veces podemos caer en el error de evitar hablar o decir lo que pensamos por no discutir con alguien o porque damos por hecho que no nos van a saber entender. Todo lo que guardes dentro de ti va a acabar saliendo a la luz y, puede ser, de una manera descontrolada y desagradable. Por este mismo motivo, reflexiona sobre tus ideas y opiniones, y no dudes en exponerlas (de la manera correcta) con el individuo o los individuos en cuestión.

El orgullo LO-CURA

El pasado domingo día 20 de marzo de 2018, se celebró en toda España (anteriormente tan sólo Asturias se había unido a esta magnífica iniciativa) el día del “Orgullo loco”. Bajo el lema “el orgullo lo-cura”, diversas asociaciones españolas del ámbito de los trastornos mentales se lanzaron a la calle para reivindicar los derechos de las personas y familiares que padecen algún desorden mental.

Uno de los principales objetivos de este movimiento fue el modificar la percepción que tiene la sociedad acerca de los problemas de salud mental, acabar con el estigma, los prejuicios y la discriminación.
No se trató solamente de llevar a cabo una manifestación, sino que fue toda una celebración con actuaciones, disfraces o teatros callejeros para promover la participación y el acercamiento de todos los individuos de nuestra sociedad hacia este colectivo. En definitiva, fue un día de celebración.

No tenemos que remontarnos muchísimos años atrás para darnos cuenta del gran salto que hemos pegado a la hora de afrontar los trastornos mentales y de tratar con las personas que los padecen. Actualmente, tenemos la suerte de contar con cientos de asociaciones, a nivel nacional, dedicadas a la integración social de las personas con una patología mental, el acompañamiento tanto en actividades de ocio como de la vida cotidiana  o a la capacitación en el mundo laboral, entre otras.

En la Antigua Grecia, la mayoría de trastornos mentales se atribuían a posesiones demoníacas, siendo Hipócrates el primero en asemejar un trastorno mental a una enfermedad física. No es hasta la edad media (siglo V al siglo XV), y más concretamente con Avicena (médico, filósofo y científico, 980 – 1037) cuando comienza a desarrollarse un trato más humanitario. Este movimiento comenzó en el mundo árabe y, posteriormente, llegó hasta Occidente donde aún se creía que estas desviaciones de la conducta eran causadas por el demonio.

Pero tenemos que esperarnos hasta el Renacimiento (1300 - 1600) para encontrar los primeros hospitales y centros de tratamiento. A pesar de todo, no es hasta los últimos años del siglo XVIII y principios del XIX cuando, de la mano de Pinel (médico francés dedicado al estudio de las enfermedades mentales), empieza a llevarse a cabo un tratamiento moral donde se incluía la participación del propio “paciente”.

De este modo, podemos ver que realmente son pocos los años, en comparación con la historia de la humanidad, en los que las personas con trastornos mentales han recibido el trato digno y humanitario que bien merecen.

Según el INE (Instituto Nacional de Estadísticas), en España vivimos 46.445.000 personas. De entre todos nosotros, unas 41.923 personas padecen algún tipo de trastorno mental y, entre los 45 y 54 años, el 22% de la población es diagnosticada como tal.

A pesar de esta gran cifra, seguimos encontrándonos, muchas veces pero no todas, con la estigmatización y exclusión de estas personas. Podemos cometer el error de atribuirles conductas agresivas, violentas, abusivas, etc., muchas veces influidos por la mala publicidad que le otorgan los medios de comunicación. Realmente, hay que pararse a pensar que llama más la atención lo negativo que lo positivo, es decir, que aunque encontramos 41.730 personas con un trastorno mental en toda España, si 200 hacen algo malo entonces les colgamos la etiqueta a todos los demás. De este mismo modo, si de los 46.445.000 de habitantes que tiene España, 2000 españoles cometiesen actos delictivos ¿todos los españoles seríamos unos delincuentes?

Según la ONU, disfrutar del más alto nivel posible de salud física y mental es un derecho humano esencial para el ejercicio de otros derechos humanos. Y, concretamente, podemos definir la salud mental como “un estado de bienestar en el que el individuo se da cuenta de sus propias capacidades, puede hacer frente a las tensiones normales de la vida, trabajar productivamente y hacer una contribución a su comunidad”.

El 1 de julio de 2016, el Consejo de Derechos Humanos identificó la discapacidad psicosocial como la condición que puede ir asociado, o no, a la condición de tener un trastorno mental. Así, independiente del diagnóstico de trastorno mental, enfrentan restricciones en sus derechos y un impedimento real o percibido a la participación.

En abril de 2017, la Confederación Salud Mental España, celebró el XX Congreso bajo el título “Una vida en primera persona”, donde remarcaban un aspecto fundamental de la vida de todos los seres humanos como es la capacidad para llevar las riendas de nuestra propia vida, a través del empoderamiento. Además, serviría para actualizar el decálogo para definir qué es el empoderamiento:

1.       Plenitud. Disfrutar de todas las facetas de nuestra existencia.

2.       Protagonismo. Ser los protagonistas de nuestras propias vivencias.

3.       Superación. Potenciar nuestras habilidades.

4.       Responsabilidad. Madurez sin paternalismos.

5.       Autonomía. Tanto en el trabajo como en la afectividad.

6.       Bienestar social e individual. Queremos ser felices.

7.       Autoconocimiento. Aceptar nuestras limitaciones.

8.       Confianza. Fuera los complejos.

9.       Autoestima.

10.   Participación.

Debemos seguir luchando para encontrar la manera de acabar con el estigma que gira en torno a las personas con trastorno mental. Una de las partes del manifiesto redactado por el movimiento del Orgullo Loco es “contrarrestar la carga peyorativa” y, todos y cada uno de nosotros, tenemos en nuestra mano aportar un granito de arena que nos lleve hacia la gran montaña de la aceptación e integración de todos los individuos de la sociedad a pesar de nuestras limitaciones personales.

Tenemos la obligación de estar cerca de ellos para escuchar todo lo que tienen que decirnos, de esta manera tendremos la oportunidad de entender por todo lo que está pasando.
Es hora de acabar con los mitos, prejuicios y estereotipos que rodean a esta clase de patologías, porque todos tenemos el mismo derecho a tener una vida digna y de calidad.

“Que cada cual disfrute de sus taras”.

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