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Comunicándonos mejor

Si buscamos las raíces etimológicas de la palabra Comunicación, nos encontraremos con que su significado nos dice que se trata de “hacer partícipe al otro de lo que uno tiene”. En otras palabras, podemos decir que la Comunicación es un intercambio de información con otra/s persona/s e, incluso, podemos añadir más dado que algunos de los objetivos que buscamos cuando nos comunicamos es causar una reacción en los demás: que entiendan nuestro punto de vista, que actúen de determinada manera, premiar o castigar una conducta, y un gran etc.

Podemos comunicarnos de dos maneras. La primera de ella es a través de la comunicación verbal: usando palabras, el volumen y el tono de nuestra voz. La segunda sería la comunicación no verbal: usando gestos visuales, nuestra postura corporal o el movimiento de determinadas partes de nuestro cuerpo. La comunicación verbal es controlable, es decir, podemos medir las palabras que decimos en función de lo que queramos causar en nuestro receptor. La comunicación no verbal también lo es, pero dado al componente más espontáneo e inconsciente que tiene, es la que más problemas nos puede causar porque es la herramienta que usamos para darle la pincelada emocional a lo que estamos diciendo.

No se nos puede ocurrir un mundo sin comunicarnos, ¿verdad? El 100% de los días de nuestra vida estamos en constante comunicación con nuestro entorno social, laboral o familiar. Pero el que la comunicación sea algo inherente a nuestra persona no quiere decir que lo estemos haciendo bien, ni mucho menos.

La gran mayoría de los conflictos entre personas vienen dados por problemas en la comunicación y, por ello, es de vital importancia detectarlos y corregirlos.

Tenemos que expresar a los demás nuestras opiniones, nuestros sentimientos, ideas o consejos y, aunque no podamos controlar la reacción que van a tener sobre nuestros receptores, sí que podemos usar distintas herramientas para asegurarnos de que lo estamos haciendo de manera correcta y, así, aumentar las probabilidades de que la comunicación se lleve a cabo con éxito.

  1. Piensa lo que vas a decir antes de hablar. La sinceridad no tiene nada que ver con la mala educación, así que no podemos excusarnos en la espontaneidad. Nuestras palabras siempre van a tener un efecto en los demás, y según cómo las digamos, podemos conseguir un efecto más o menos positivo. Por este motivo, piensa lo que vas a decir e intenta exponerlo de manera que no hiera los sentimientos de los demás. Puedes usar sinónimos de sendas palabras y, si sientes que no estás en disposición de hablar con alguien, tómate tu tiempo y vuelve a intentarlo cuando consigas estar más relajado.
  2. Apela a tus sentimientos. Intenta expresar cómo te hacen sentir las cosas porque, de esta manera, estamos allanando el terreno para que los otros puedan ponerse en nuestra situación y usen su empatía para entender cómo nos ha hecho sentir lo que ha sucedido. Ponemos un ejemplo: “esto que he entendido de tus palabras me está haciendo sentir triste/enfadado/desmotivado/confundido”. De este modo, estamos dando la oportunidad de que el emisor pueda reformular el mensaje.
  3. Parafrasea a la persona para asegurarte de que estás entendiendo de manera correcta el mensaje. Muchas veces, el ver nuestras palabras reflejadas en los demás nos hacen darnos cuenta de lo que realmente estamos diciendo, sobre todo, si han sido fruto de la impulsividad.
  4. Busca el momento y el lugar adecuado. Lo ideal es que dispongamos de bastante tiempo ya que nunca sabemos cuánto tardaremos en poner nuestras ideas en orden con los demás. La privacidad también nos ayudará a expresarnos con mayor claridad sin miedo a que otras personas puedan estar pendientes de nuestros asuntos.
  5. Nunca pierdas de vista el objetivo: aclarar la situación entre todas las partes implicadas. El resultado de una discusión no debe ser acabar con el más débil, sino que todos tengamos la oportunidad de defender nuestros puntos de vista.
  6. Deja hablar a los demás. Por mucho que tengas que decir, piensa que las demás personas pueden encontrarse en la misma situación. No podemos monopolizar las palabras ni interrumpir a los demás. Di algo y haz una pausa que dé la oportunidad a los demás de aclarar si te están entendiendo y de participar añadiendo más información.
  7. Controla el volumen de tu voz. Dejarse llevar por las emociones es fácil pero tenemos que intentar ser dueños de ellas. Si nos dejamos llevar por la ira o el enfado y alzamos la voz, estamos dando pie a una predisposición de que lo que digamos no vaya a ser entendido de la misma manera. Con un tono de voz elevado podemos hacer que los demás se pongan a la defensiva sin tan siquiera escuchar lo que les estamos diciendo.
  8. Trabaja tu asertividad porque tu opinión es tan válida como la de los demás. Conoce tus derechos y defiéndelos respetando a las otras personas.
  9. Cuida tu lenguaje corporal. La excesiva movilidad de las manos, nuestra expresión facial o excesiva tensión de la musculatura puede hacer pensar a los demás que estamos siendo agresivos o que nos encontramos a la defensiva. Intenta estar calmado y demuéstralo con tu cuerpo.
  10. Escucha lo que te están diciendo. Al igual que tu querrás ser escuchado debes escuchar también a los demás, y debes hacerlo sin prejuicios o con predisposición a interpretar las cosas de determinada manera. Presta atención e intenta entender lo que otras personas nos están diciendo. Si no estamos seguros de estar entendiéndolo bien, podemos pedir que nos lo aclaren con otras palabras.

Tener en cuenta estas estrategias y practicarlas, nos ayudarán a la hora de comunicarnos de manera más efectiva con los demás y disminuirá la probabilidad de tener malentendidos y conflictos con las personas que nos rodean.

Debemos evitar a toda costa no expresar nuestras ideas o no solucionar las situaciones que nos han causado malestar. Muchas veces podemos caer en el error de evitar hablar o decir lo que pensamos por no discutir con alguien o porque damos por hecho que no nos van a saber entender. Todo lo que guardes dentro de ti va a acabar saliendo a la luz y, puede ser, de una manera descontrolada y desagradable. Por este mismo motivo, reflexiona sobre tus ideas y opiniones, y no dudes en exponerlas (de la manera correcta) con el individuo o los individuos en cuestión.

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