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Los procrastinadores

Aunque te suene al título de una película de terror, procrastinar significa, ni más ni menos, que dejar para mañana aquella tarea que podrías y deberías hacer hoy. Aunque se traten de tareas importantes o de cierta urgencia, los procrastinadores las sustituirán por otras tareas de menor relevancia o que les puedan resultar más agradables.

Cuando dicha actitud se vuelve habitual, la procrastinación se convierte en un trastorno del comportamiento que puede llegar a requerir atención psicológica.

Se trataría de un trastorno volitivo, es decir, de la voluntad de las personas o, mejor dicho, de su fuerza de voluntad. Esta postergación de las responsabilidades puede ser resultado de la asociación de la tarea pendiente con sentimientos de ansiedad, frustración o simple aburrimiento, y suele darse en tareas que reúnen cierto grado de incomodidad, peligrosidad, dificultad, tediosidad o estrés. La clave de este problema se centrará en la constante sustitución de la tarea de responsabilidad por otra más placentera.

Sabemos que la procrastinación, además de ser un trastorno por sí mismo, puede ser síntoma secundario de otro problema primario como la depresión, la baja autoestima, perfeccionismo extremo o miedo al fracaso.

Como siempre nos gusta señalar, que en determinadas situaciones hayas decidido procrastinar una tarea importante no significa que padezcas un trastorno propiamente dicho, y es que existen dos tipos de procrastinadores:

-          Procrastinadores eventuales. La evasión de las tareas no se da habitualmente.

-          Procrastinadores crónicos. La evasión se daría de manera constante y repetida en el tiempo.

A su vez, se ha encontrado que existen tres tipos de procrastinación:

  1. Procrastinación por evasión. Se estaría evitando la realización de una tarea por miedo al fracaso, siendo éste un problema de autoestima. No se trata de que la persona no sea capaz de hacerlo, sino que siente que no va a estar a la altura de la situación y teme el someterse al juicio de los demás.
  2. Procrastinación por activación. En este caso estaríamos atrasando la tarea hasta el plazo límite de realización. ¿Te suena el estudiar para un examen el día de antes? O ¿alguna vez has pagado una factura el mismo día de su vencimiento?
  3. Procrastinación por indecisión. Sucedería que de tanto darle vueltas a la mejor manera de hacer algo concreto nunca se llegaría a tomar la decisión de cómo llevarlo a cabo. Llenaríamos nuestra cabeza de estrategias de actuación pero no seríamos capaces de escoger la manera definitiva.
    Este tercer tipo de procrastinación ha sido denominado “Complejo de Penélope”, donde la persona adoptaría un estado de constante espera ante las situaciones vitales, viéndolas pasar sin sentirse un agente activo de las mismas.

 

Se ha concluido que la procrastinación sería un problema de autorregulación de la organización del tiempo y una de las técnicas para solucionarlo pasaría por aprender a gestionar nuestro tiempo, centrándonos en realizar primero aquellas tareas que tienen un plazo de finalización más cercano.

A continuación, hemos reunido una serie de consejos que nos pueden ayudar a aceptar nuestras responsabilidades y a llevarlas a cabo a su debido tiempo sin que se conviertan en un lastre:

-          Agrupa las actividades en función del tiempo que tienes para realizarlas. Un grupo para aquellas que puedan demorar más, otro grupo para las tareas que no necesiten una realización inmediata pero que no se puede alargar mucho en el tiempo, y otro grupo para aquellas tareas que consideraríamos inminentes.

-          Agrupar las actividades según el tiempo que emplees en llevarlas a cabo. De este modo, aquellas que no superen un determinado y corto periodo de tiempo (por ejemplo 10 minutos) no podremos aplazarlas.

-          Analiza las tareas que hemos ido aplazando en el tiempo intentando llegar a localizar qué nos ha motivado a ello. Se trataría de buscar el agente causante que, en muchas ocasiones, puede encontrarse en la base de todas las tareas procrastinadas. Hacerlo consciente nos ayudará a verlo con mayor facilidad y, de este modo, podremos tratar esa clase de tareas de una manera “especial” para no volver a caer en aquello que nos ha hecho atrasarlas.

-          No tengas miedo al fracaso. Muchas veces, ni siquiera se trata de un fracaso real, pero ese miedo a no hacerlo de manera “perfecta” nos puede llevar a evitar enfrentarnos a la tarea en cuestión. Analiza qué es lo peor que puede pasar, intenta practicar delante de otras personas y piensa que serás capaz de llevarlo a cabo tal y como te lo has propuesto.

-          Lo importante no es cumplir con las expectativas de los demás, sino con las tuyas.  Podemos caer en el error de darle mayor importancia a lo que los demás piensan de nosotros y, de esta manera, cuando no llegamos al listón que nos han puesto los demás, sentimos que hemos fracasado. Lo único importante es cumplir con nuestras propias metas.

-          Intenta hacer las tareas que más sueles retrasar en aquellos momentos del día que te sientas con mayor energía.

-          Crea rutinas. Convertir una tarea que nos abruma y aburre en una rutina hará que podamos llevarla a cabo con el mínimo esfuerzo y de manera simplificada.

  La procrastinación es un enemigo de tu productividad y te impedirá sacar el máximo partido a todo tu potencial.

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