Hoy queremos exponeros un concepto que, a pesar de llevar muchas décadas existiendo en el mundo de la psicología, parece que cada día está cobrando mayor importancia a nivel social.
Se trata de la palabra Resiliencia. ¿Resi…qué? La Resiliencia ha sido un término normalmente empleado en el ámbito biológico, siendo definido como la “capacidad de las comunidades y ecosistemas de absorber perturbaciones sin alterar significativamente sus características de estructura y funcionalidad, pudiendo regresar a su estado original una vez que la perturbación ha cesado”.
¿Se te ocurre de qué manera podemos adaptarlo a la psicología y darle cabida a nivel humano? Vamos a entender el concepto de Resiliencia como aquella capacidad de adaptarse positivamente a situaciones adversas.
Resiliente es aquel que, a pesar de haber vivido un suceso traumático, ha sido capaz de salir indemne de él y, además, haber crecido a nivel personal por haber estado expuesto a una situación límite que le ha hecho hacer uso de unos recursos que no sabía que tenía.
Antiguamente, se creía que la Resiliencia era una capacidad con la que se nacía o no, pero actualmente sabemos que son diversos factores los que ayudan o no a desarrollar esta condición: familiares, comunitarios y culturales.
Por lo tanto, depende de nosotros y de nuestro entorno el poder desarrollar la capacidad de “sobrevivir” a situaciones dañinas y aprender de ellas una lección de vida que nos acompañará para siempre.
Esta capacidad de afrontar las adversidades aprendiendo de ellas puede ser probada ante situaciones de alto estrés. Así pues, se ha llegado a la conclusión de que las personas con mayor resiliencia son aquellas que presentan mayor estabilidad emocional. Esto quiere decir que las personas más capaces de controlar sus emociones ante situaciones extremas o límites son las que más probabilidades tienen de superar la experiencia traumática y aprender de ella.
Sabemos que la estabilidad emocional es un rasgo temperamental, y que el temperamento personal lo tenemos “programado” desde que nacemos. Pero igual que ejercitamos los músculos en el gimnasio, podemos ejercitar nuestra estabilidad emocional. La mejor manera de llegar a este “nirvana” emocional es saber cuáles son las situaciones que nos llevan a perder los estribos, y de qué manera actuamos si nos dejamos llevar por estas emociones extremas, para así poder anteponernos ante cualquier situación que nos pueda causar dicha inestabilidad emocional y lograr controlarnos antes de sucumbir a la explosión emocional.
Se trataría de algo similar a conocer nuestros límites personales. Cuando nos detenemos a analizar una situación en la que actuamos de manera descontrolada, tenemos la oportunidad de reflexionar para llegar a la base causante. Si sabemos qué es lo que nos ha provocado el actuar tal y como lo hemos hecho, podremos analizar los componentes y trazar un plan que nos ayude a verlo de otra manera. Después, lo que tenemos que hacer es practicarlo de manera habitual (tampoco te van a salir abdominales porque un día los ejercites mucho, sino que es un entrenamiento que debes realizar de manera sostenida en el tiempo).
Por todo lo anteriormente expuesto, podemos llegar a la conclusión de que la Resiliencia la podemos desarrollar a lo largo de toda la vida. Aunque tendremos mayor probabilidad de éxito si contamos con un modelo resiliente cercano (un padre, una madre, un familiar, etc.), no es condición sine qua non.
Ahora vamos a centrarnos en lo que más nos interesa: ¿cómo puedo convertirme en una persona más resiliente? Dado que el resiliente se hace, y no nace, a continuación vamos a exponer algunos factores que nos ayudarán a superar los fracasos y a aprender la lección que estos llevan de fondo.
· Debes confiar en tus capacidades. Más concretamente, tienes que confiar en que eres capaz de hacerlo. Muchas veces fracasamos no porque no seamos capaces, sino porque nos hemos rendido antes de tiempo o nosotros mismos nos hemos entorpecido el camino sin darnos cuenta. ¿Quién mejor que tú mismo para saber que puedes sacar adelante aquello que te propongas? Pero recuerda que todo tiene un precio, y el esfuerzo es algo que debemos “pagar” para lograr el éxito.
· Sé consciente de tus puntos fuertes y también de los débiles. ¿A que es más fácil esquivar una piedra si sabes dónde te la vas a encontrar? Pues lo mismo pasa con nuestras potencialidades y limitaciones. Si me antepongo sabiendo que algo se me da mejor o peor, puedo tener la oportunidad de elegir mejor mi plan de acción y crear una estrategia más minuciosa que me evite el sufrimiento, en la medida de lo posible.
· Piensa que las dificultades nos ayudan a aprender. La vida no es un camino de rosas para nadie, y no podemos pretender que lo sea. Es como cuando intentemos darle un consejo a alguien porque vemos que el choque es inminente. Piensa en ti mismo, ¿recuerdas alguna vez que alguien te haya intentado dar un consejo y tú no lo has hecho tuyo hasta que has tropezado? ¿Pero a que después de tropezar unas pocas de veces ya tienes la capacidad de saltar sobre ese obstáculo y algunos similares? Es mucho más fácil evitar las cosas que nos dan miedo o que presuponemos como un gran desafío, pero estos momentos van a ser claves en nuestro crecimiento personal. Enfrentar las dificultades va a ayudarte a darte cuenta de lo capaz que eres.
· Intenta ser optimista. Sabemos que se trata de un gran esfuerzo, pero intenta siempre ver las cosas positivas al igual que haces con las negativas. Está claro que lo negativo siempre es más evidente y más dañino, motivo por el cual nos cegamos imposibilitando el darnos cuenta de las cosas positivas que lo acompañan. Todo tiene un lado bueno y uno malo, deberás esforzarte todo lo que puedas para encontrar siempre ese rayito de luz.
· No intentes controlar todo lo que sucede alrededor tuya. Todo va a suceder y tu afán de control lo único que va a conseguir darte es un gran dolor de cabeza. No te estamos diciendo que actúes de manera irresponsable, sino que seas capaz de ver que hay algunas cosas que escapan a nuestro control. Dado que no hay manera de retenerlas, el que gastes tus energías en ello será un esfuerzo inútil que sólo te provocará malestar.
· Desarrolla tu sentido del humor. Intenta hacer una broma del fracaso, ríete y enfócate en lo positivo.
· Los demás pueden ayudarte. Buscar la ayuda o apoyo en los demás no es signo de debilidad, sino de inteligencia.
La vida siempre estará ahí para darnos lecciones, depende de nosotros tomárnoslo como la oportunidad de mejorar o, por el contrario, dejar que nos hunda en lo más profundo.
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