A día de hoy, todos sabemos qué significa el concepto Empatía. Sabemos que las personas con el “don” de la empatía son aquellos capaces de ponerse en el lugar de los demás, esto es, entender una situación determinada bajo el manto emocional que la persona protagonista estará experimentando en primera persona.
Pero, la empatía, solo es una pequeña parte de un gigante llamado Inteligencia Emocional. Por este motivo, hoy nos proponemos hacerlo llegar a todos vosotros.
La Inteligencia Emocional (IE) significa hacer un uso adaptativo de las emociones ante las demandas situacionales. En otras palabras, se trataría de la correcta modulación emocional que hacemos ante las exigencias del entorno, entendiendo como componentes del entorno tanto a nosotros mismos como a las personas que nos rodean. Yendo más allá, podemos afirmar que la IE sería el saber responder a nivel emocional y sentimental ante una suceso concreto, y que no todo el mundo es capaz de hacerlo.
Aunque a día de hoy lo tenemos muy integrado y desarrollado socialmente, no fue hasta 1985 cuando Daniel Goleman acuñó este término por primera vez. Para él, se trataba de entender la inteligencia más allá de lo conceptos cognitivos comunes.
El concepto clave para entender la IE es la capacidad para dirigirnos de manera efectiva hacia los demás y hacia nosotros mismos, de gestionar nuestras emociones y conectar con los demás a través de las mismas. Y esto, es una virtud que no todo el mundo tiene pero que todos nosotros podemos entrenar.
La IE requiere, en primer lugar, de la conciencia de uno mismo para poder llegar a entender las emociones de los demás. Este primer requisito ya se trata de una ardua tarea dado que, no todos somos capaces de saber qué clase de emociones estamos experimentando en un momento concreto y, mucho menos, cuáles son las que nos están llevando a actuar de una manera concreta. Para poder dominar esta cualidad, requeriremos de un alto grado de auto-observación.
En esta misma línea, tenemos que entender y aceptar que la mayor parte de nuestras decisiones se basan en las emociones. ¿Serías capaz de despojarte de tus sentimientos para tomar una decisión? Si nuestras emociones y sentimientos son inherentes a nosotros mismos, lo único que podremos hacer es mitigarlos, pero siempre van a estar ahí. De este modo, ¿por qué no aprender a usarlos de manera productiva?
Para Goleman, la IE es una habilidad que podremos potenciar dependiendo del entorno en que hayamos crecido y nos hayamos desarrollado. La clave estará en la educación que se reciba tanto en casa como en la escuela.
A pesar de que este anterior factor es determinante, no será concluyente. Esto quiere decir que, a pesar de que lo ideal sería recibir este incentivo de la IE en la niñez, en la edad adulta también podemos potenciarla entrenándola con los materiales necesarios: cursos, conferencias, libros, manuales, etc. Todo está al alcance de nuestras manos, y ahora más gracias a Internet. Se trata de una cuestión de voluntad.
Siguiendo con el enfoque de Goleman, cuatro serían las dimensiones que conformarían la IE:
1. Auto-conciencia emocional. Saber lo que estamos sintiendo en cada momento. Pero no se trata, tan solo, de conocer nuestros sentimientos y emociones, sino de saber cómo nuestro estado de ánimo afectará a nuestras decisiones.
Algo que la IE puede enseñarnos es que en determinados momentos de exaltación emocional, las decisiones tomadas pueden no ser las más acertadas. Lo ideal sería esperar a encontrarnos en un estado mental más relajado para tonar decisiones más racionales.
2. Auto-motivación. Optimismo, constancia, centrarnos en las metas que queremos conseguir. En definitiva, no perder de vista nuestro objetivo último para encontrar la actitud positiva que nos lleve a conseguirlo. Enfoca tus emociones hacia las metas.
3. Auto-control o auto-regulación emocional. Saber controlar nuestros sentimientos para no dejarnos arrastrar por ellos.
4. Empatía y habilidades sociales. Reconocer y entender las emociones de los demás. No solo para saber cómo se siente la persona que tenemos en frente, sino para poder reaccionar y responder acorde con las necesidades del ambiente. También, la detección de las emociones ajenas nos ayudará a establecer vínculos más estrechos y duraderos con las personas de nuestro entorno.
Este punto también será fundamental para entender no sólo los mensajes que intercambiamos con los demás, sino el contexto el que lo hacemos. Si podemos ser capaces de entender la motivación que alguien ha tenido a la hora de hacernos determinado comentario, podemos ir más allá y no responder acorde con las emociones que nos ha suscitado ese momento, sino tener una retroproyección interna y ser capaces de defendernos ante las motivaciones primarías que ha tenido la persona en cuestión. ¿Envidia? ¿Necesidad de sentirse superior?
Pensar en las causas que han llevado a hacer un comentario concreto nos ayudará a entender qué ha desencadenado esa reacción en los demás, y nos facilitará el responder de una manera más coherente, que no solo a través de cómo nos ha hecho sentir en ese momento concreto.
Para Goleman, será necesario un dominio de estas cuatro áreas como un todo y, para ello, nos da algunas claves:
- Detectar las emociones que hay detrás de nuestros actos. Controlar lo que pensamos nos ayudará a controlar cómo actuamos.
- Ampliar nuestro lenguaje emocional incluyendo en nuestro repertorio cómo nos han hecho sentir determinadas situaciones.
- Buscar el porqué en los actos de los demás. Entiende la perspectiva de los demás
- Expresarnos de manera asertiva y mejorar las habilidades sociales.
“Si no dispones de unas buenas habilidades emocionales, si no te conoces bien, si no eres capaz de manejar las emociones que te inquietan, si no puedes sentir empatía ni tener relaciones estrechas, entonces da igual lo listo que seas, no vas a ir muy lejos”.
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